diumenge, 3 de gener del 2010

Reflexión en literatura

Había corrido las cortinas para que la luz solar no entrase por los ventanales. Había cerrado la puerta del todo para que la sala estuviera totalmente en silencio. Se acercó al espejo, el cual estaba tapado por una sábana gris algo vieja. La quitó con un movimiento rápido. Vio que tenía polvo. Limpió el cristal hasta verse nítidamente.

Allí estaba. Frente a frente, sin nadie alrededor. El silencio nunca le había hecho tantos estragos en su alma como en aquél momento. De repente, su corazón le pedía respuestas a todas las preguntas que se había formulado tiempo atrás. No supo encontrar la mayoría.

A veces, damos pasos en falso mientras aprendemos a caminar y a correr. Caemos y no sabemos qué hemos hecho mal. Hace falta que alguien nos recuerde qué ha pasado. Creemos que somos perfectos, pensamos que todo lo que hacemos es bueno. No tomamos consciencia que tras una palabra, o varias, podemos hacer lo que en verdad nunca quisimos hacer. O nuestros gestos hacen el trabajo de las palabras. A veces, los únicos traidores somos nosotros.

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