diumenge, 4 d’octubre del 2009

Andorra, la tienda de los Pirineos

Este fin de semana fui a Andorra, el pequeño país de los Pirineos. Una vez más, me dio la sensación de estar en un gran centro comercial rodeado del más puro (y típico) paisaje de montaña. Porque se nota, en la capital (Andorra la Vella), que este lugar es, esencialmente, un paraíso fiscal. Algo semblante a Liechestein, Panamá o San Marino.

Tabaco, quesos y chocolate se unen con tecnología, perfumes y vestidos más snoobs. Y un frío que pela. A estas alturas del año comienza a notarse las bajas temperaturas, tan características del lugar. Porque hasta en los meses de verano se siente frío en la sombra cuando el aire pasea a sus anchas por el entorno.

Hablando de compras, antes tanto franceses como españoles hacían sus compras en Andorra porque los precios eran más baratos que en los países vecinos, pero ahora por ahora, casi que no merece la pena subir (o bajar). Creo que se ha convertido en una simple atracción turística, en parte motivada por el recuerdo de muchos de este pequeño rincón de los Pirineos.

Las noches en Andorra la Vella y Escaldes-Engordany (ambas poblaciones están tan pegadas que apenas se entra en un municipio y se sale del otro) son aburridísimas, a menos que se sepa dónde están los puntos de ocio nocturno. Como ya he dicho, las tiendas la gran mayoría de entretenimiento.

dijous, 1 d’octubre del 2009

La razón de la sinrazón...

Sacada de la gran obra de Cervantes, escrita en un lugar de la Mancha de la cual el autor no quería acordarse, esta frase (y los dos libros de El Quijote) ha llegado de una forma esporádica a mi vida literaria y a las reflexiones de una mente turbada.

Antes de exponer lo que me inquieta esta tarde de Septiembre, a las puertas casi de la noche (puesto que ahora oscurece antes), me gustaría contextualizarme. Vaya, eso es lo que hacen la mayoría de historiadores y algún que otro escritor. La adquisición de ambos volúmenes se produjo en el día de ayer, por la tarde, más o menos a la hora en que estoy escribiendo este post (sobre las 19:00 horas). Vine a Barcelona en busca de un arreglo para el pc de sobremesa, el cual no pude encontrar. Al volver para casa, subiendo Passeig de Gràcia encontré la Feria del libro antiguo y moderno (o algo así). En la parada de los señores de Unicef me detuve, viendo la exquisita oferta de libros a 2 euros. Encontré el segundo volúmen del Quijote, y no me estuve de preguntar por la primera parte. Me dijeron que estaba, mostrándomelo. Sin pensarlo dos veces, acabé adquiriéndolos.

A propósito de la frase del título del post. ¿Qué nos hace reflexionar acerca de las cosas? Es algo que me ha venido a la cabeza hace unos instantes, al recordar el noble juego de palabras que Cervantes cogió de algún libro de caballerías, seguramente, para basarlo en Alonso Quijada, o Quesada, o quizá Quijada.

¿Qué nos hace ser críticos con algo en general o en concreto? ¿O qué nos impide serlo? Puede que la condición social influya, o puede que no. Recordemos que Marx era un hombre que provenía de una familia media, igual que Lenin (aunque lo negasen sus biografías), pero no olvidemos que los que siguieron sus medidas fueron, básicamente, obreros. Al igual los que siguieron el pensamiento anarquista.

¿Viajar? ¿Leer? A propósito de los libros, hace como un mes o casi dos vi en una biblioteca que "Los libros son la peor arma". Ah, el amigo que lo dijo tenía razón. Tú puedes matar a una persona por sus ideas, pero no conseguirás acabar con la idea en sí. Che murió así, por ejemplo. O si nos ponemos religiosos, Jesús o Mahoma tuvieron un final drástico, pero ¿de qué les sirvió a sus detractores? Claro que por culpa de ellos, ha corrido mucha sangre, incluso en nuestros días. Pero eso es otra historia. Supongo...