dimarts, 12 de gener del 2010

Paisaje nocturno: Ciudad de mar




Dulce noche. A pesar de ser invierno. Todo oscuro en alta mar y en el alma de la montaña, pero en medio las luces de colores lo iluminaban todo. O gran parte del entramado urbano. Merecía ser observada la Luna desde una posición alta, pero podía disfrutarse de su belleza desde cualquier otro sitio.

Las barcas de pescadores dormían junto a los demás barcos en el puerto. Colón señalaba siempre al horizonte, sin cansarse. Tras de él, las Ramblas buscaban el camino más recto hacia la montaña. El silencio se hizo el amo de Barcelona entonces. Al menos, en las partes más antiguas, donde ninguna alma pisaba la acera. A excepción de aquél gato. Y de aquella cosa que es empujada por el viento. Y de aquella sospechosa figura que camina con algo afilado entre las manos, probablemente manchada de sangre.

Barcelona es una caja llena de sorpresas. No todo es bello, ni todo es horrible. Aquí el Azar disfruta de su libertad al máximo. En la mitad del día, colores. En la otra, tan sólo unos pocos.

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