dissabte, 13 de febrer del 2010

Un escrito para un café

El horizonte va pariendo a su hijo, el sol. Mientras, en la carretera, se ha formado el primer atasco que durará varias horas. Los transportes públicos comienzan a llenarse de gente. Y comienza a hervir la leche para reposar luego en miles de cafés.

En efecto, un nuevo día nace en la ciudad. Todo apunta a que será igual que el día anterior y que el siguiente. ¿O no? Con suerte, la persona X acabará cruzándose con un amigo o conocido. Si el tiempo lo permite, poco frecuente, mantendrán una pequeña charla, ajustada siempre al reloj. La persona Y hoy podrá perder el tren porque se ha quedado dormida. La persona Z puede ser contratada en un nuevo puesto de trabajo o bien A puede ser despedida.

Pero, ¡ah! Hoy comienza a llover. El cielo se cambia de traje.

¿Por qué insisten tanto en hacernos creer que el día a día es una rutina?

Tomemos un café y hablemos.

No, cada día es diferente del anterior. No has hecho lo mismo que ayer. Pero no da la misma sensación. Adelante, hagamos una cosa. Disfrutemos de todo, pequeños placeres y grandes (cuando podamos).

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