Sacada de la gran obra de Cervantes, escrita en un lugar de la Mancha de la cual el autor no quería acordarse, esta frase (y los dos libros de
El Quijote) ha llegado de una forma esporádica a mi vida literaria y a las reflexiones de una mente turbada.
Antes de exponer lo que me inquieta esta tarde de Septiembre, a las puertas casi de la noche (puesto que ahora oscurece antes), me gustaría contextualizarme. Vaya, eso es lo que hacen la mayoría de historiadores y algún que otro escritor. La adquisición de ambos volúmenes se produjo en el día de ayer, por la tarde, más o menos a la hora en que estoy escribiendo este post (sobre las 19:00 horas). Vine a Barcelona en busca de un arreglo para el pc de sobremesa, el cual no pude encontrar. Al volver para casa, subiendo
Passeig de Gràcia encontré la Feria del libro antiguo y moderno (o algo así). En la parada de los señores de Unicef me detuve, viendo la exquisita oferta de libros a 2 euros. Encontré el segundo volúmen del Quijote, y no me estuve de preguntar por la primera parte. Me dijeron que estaba, mostrándomelo. Sin pensarlo dos veces, acabé adquiriéndolos.
A propósito de la frase del título del post. ¿Qué nos hace reflexionar acerca de las cosas? Es algo que me ha venido a la cabeza hace unos instantes, al recordar el noble juego de palabras que Cervantes cogió de algún libro de caballerías, seguramente, para basarlo en Alonso Quijada, o Quesada, o quizá Quijada.
¿Qué nos hace ser críticos con algo en general o en concreto? ¿O qué nos impide serlo? Puede que la condición social influya, o puede que no. Recordemos que Marx era un hombre que provenía de una familia media, igual que Lenin (aunque lo negasen sus biografías), pero no olvidemos que los que siguieron sus medidas fueron, básicamente, obreros. Al igual los que siguieron el pensamiento anarquista.
¿Viajar? ¿Leer? A propósito de los libros, hace como un mes o casi dos vi en una biblioteca que "
Los libros son la peor arma". Ah, el amigo que lo dijo tenía razón. Tú puedes matar a una persona por sus ideas, pero no conseguirás acabar con la idea en sí. Che murió así, por ejemplo. O si nos ponemos religiosos, Jesús o Mahoma tuvieron un final drástico, pero ¿de qué les sirvió a sus detractores? Claro que por culpa de ellos, ha corrido mucha sangre, incluso en nuestros días. Pero eso es otra historia. Supongo...